Una espesa niebla te envolvía esta mañana
de un miércoles cualquiera de octubre,
tras toda una noche de tormenta.
De repente desde poniente asoman algunos rayos de Sol,
comienzan a pintarte de blanco.
Y te muestras como una novia que se levanta el velo.
En la torre vigía gaviotas y
algún que otro ibis revoloteaban jubilosos,
poniendo la banda sonora a la ceremonia.
La tierra comenzó a iluminarse amarilleando,
mientras a lo lejos el faro seguía escondido,
camuflado tras la niebla,
como en esos cuadros que nos difuminan el fondo,
como aquel que sabe que hoy
tiene que dejarte el protagonismo.
Frente a ti, El mar rugía.